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SKIN VARSOVIA

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SKIN WARSAW

SKIN Varsovia fue realizada en colaboración con Re: visions Festival y la Fundación Impact en el Palacio de la Cultura de Varsovia, Polonia los dias 03. -04.12.10.

Tools Ws Ws tuvo lugar durante 7 días completos (40h). Compartimos el espacio cada noche con una audiencia de alrededor de 80 personas. Los 18 artistas que se unieron al proyecto provenían de Polonia, Alemania, Italia, Australia y Méjico.

Concepto y realización
Eckhard Müller + Daniela Schwartz.

Bailariness
Aleksandra Piechnik, Iza Szostak, Jadi Carboni, Julian Marcelo Elizari Romeo, Katarzyna Kizior, Leszek Stanek, Małgorzata Pianowska, Mirela Gołębniak, Paulina Święcańska, Szymon Osiński, Tomasz Wygoda, Volke Eschmann, Weronika Pelczyńska, Daniela Schwartz y Eckhard Müller.

Músicos
Daniel Radtke, Kuba Dykiert, Kuba Słomkowski.

Video
Keith Lim, Omar Soriano López.

Tools Workshop Fotos

SKIN Performance

Testimonios de los artistas

«SKIN está sucediendo y es sorprendente que funcione, que la audiencia se una a nosotros. O ¿por qué tantos artistas y gestores de eventos piensan que el público no desea unirse a la acción? Ecki y Dani encontraron una muy buena forma de acercarnos los unos a los otros, lograron que todos estamos en contacto con los demás. Muchas Gracias! Creo que es la cosa más Hermosa, el invitar a la audiencia a participar en la danza y la así descubrir la escena artística.
Me pareció que era una cuestión de mi propio deseo cuánto quería entrar en contacto con los otros “extraños”. Y si me decidía a confiar en lo que estaba haciendo con una clara intención positiva el “extraño” podía confiar en mí y aceptar la propuesta de movernos juntos.»

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«El espacio, el tiempo, el contacto con los ojos. Un encuentro con vos mismo a través de la exploración en el momento presente. Puede pasar cualquier cosa, estoy de acuerdo si es auténticamente en el presente. Permanecer despierto en el juego y soltar los prejuicios: una pequeña acción puede cambiar toda la imagen. Observar, mover, accionar, reaccionar, guiar, seguir: las funciones y las reglas… y vamos más profundamente dentro de nuestros huesos, órganos y, a continuación, a lo largo de nuestra piel, donde todo tiene un orden, una funcionalidad, en donde nuestra historia contada, revelada y donde realmente existe. Gracias de nuevo por esta maravillosa experiencia!!!»

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«Un evento sin precio para mí. Durante la semana de nuestros ensayos he reconocido que estaba tan abierto que no podía dejar estarlo! Iba en autobús o en metro y buscaba los ojos de los otros. No podía dejar de pensar en la composición. Trataba de llenar cada hueco en el espacio y el movimiento. Acogía a la gente en el Metro y decía adiós cuando tenían que salir.
Pero es muy duro mantener este estado de la mente, porque en el espacio público las personas son en su mayoría cerradas. Es por eso que si queremos mantener la escucha y la aperture necesitamos practicar y trabajar en nosotros mismos todo el tiempo!»

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Complicidad y Complicación. Anotaciones sobre la experiencia SKIN
por Omar Soriano López – Comunicólogo, músico compositor, artista sonoro y audiovisual.26 de enero de 2011, Ciudad de Méjico.


Will there be any power that give us the capacity
 to see ourselves as others see us? Robert Burns

SKIN es un proyecto interdisciplinario que involucra bailarines, músicos y video artistas en un performance de improvisación el cuál busca la interacción de la audiencia a través de generar diferentes códigos y tácticas de comunicación por medio del cuerpo, la música y la cámara.
El resultado es una participación activa por parte del público, en el cual, de principio a fin, se ven casi inevitablemente inmersos en lo que está sucediendo. SKIN es una experiencia en donde la imaginación, la conciencia y la expresión corporal se amplifican, se deshinhiben y fluyen libremente en complicidad.
El proyecto empezó con un taller de 5 días y finalizó con dos performances los días 3 y 4 de diciembre del 2010 en el Palacio de Cultura y Ciencia de Varsovia, Polonia, como parte del Festival Re:visiones. Dicho taller funcionó como un espacio en el cual, de forma intensiva y exhaustiva, se llevaron a cabo distintos ejercicios, juegos, experimentos, improvisaciones y reflexiones sobre las diversas posibilidades de relación y acción en el acto performativo.
Debo decir que este proceso significó un gran reto para mí porque me llevó a confrontarme con mis propias hábitos, prejuicios, estereotipos, clichés sobre mi hacer y con esa tendencia planificadora de la mente que analiza, que prevé, que piensa acerca de los riesgos, lo cual tiende a poner nuestra atención en el futuro y el pasado más que en el momento presente.
Al final entendí que uno mismo como performer debe aceptarse y reconocerse primero antes que nada como espectador. Aprender a escuchar y mirar son las principales reglas y recursos del juego, por lo que el trabajo individual no va a funcionar si no es a través de estar
siempre atento a lo que sucede a mi alrededor, a lo que que hacen los demás: cómo es que eso me afecta, cómo puedo relacionarme con ello, qué me provoca, son preguntas que uno debe hacerse en el momento antes que ponerse a pensar en qué voy a hacer, que voy a proponer, qué se me ocurre hacer, y un sinfín de etcéteras. En SKIN, antes de aprender a accionar, uno aprende a reaccionar. Incluso podría decir, al menos en mi caso, que la mayor parte del tiempo me encontré a mí mismo reaccionando más que actuando, pero por lo general solemos pensar que es al revés.
Antes de la acción, incluso antes de tomar cualquier decisión y luego hacer algo, tiene que haber una complicidad entre lo que está sucediendo, los otros y mi estar y mi hacer, directa o indirectamente. Ninguna acción tiene realmente grandes consecuencias si no es a través de volverse uno un verdadero cómplice. Es decir, no pensemos cómo estoy implicado yo en lo que sucede, sino más bien cómo estoy complicado aquí y ahora con mi entorno y con los demás. Creo que no se trata de encontrarse a sí mismo en las cosas que uno hace. Uno se pierde la maravillosa oportunidad de vivir algo nuevo si uno piensa: “déjenme primero encuentro mi ‘centro’, hacer mi trinchera para estar así bien protegido y solo entonces podré estar listo para entrar en contacto con el exterior”. Más bien es todo lo contrario. Es sin buscarse a uno mismo previamente, sin la necesidad de un re-conocimiento, paradójicamente, como uno logra verdaderamente complicarse con lo que sucede y con los demás.
Complicar viene del latín complicare, que significa “plegarse juntos” (com, juntos; plicare, plegarse), es decir, mezclar, combinar o unir cosas diferentes entre sí. También significa comprometerse o involucrarse en una situación delicada o perjudicial lo cual quiere decir que uno queda expuesto, ¿a qué? Al contacto trastocador con el otro y con lo otro de uno mismo.
Las fronteras quedan abiertas. El traspaso es posible, aún a través de la piel.
Cuando un sujeto se implica en la acción se reconoce individualmente en la totalidad de lo que sucede, o en otras palabras, presume tener el poder de conocer por anticipado la actualidad del otro y el acontecer como algo ya dado, dispuesto o listo para su dominio, cuando en realidad es una tierra completamente desconocida y nueva para él. Antes de entrar en contacto con el mundo, yo creo saber que mantengo un vínculo esencial con éste sólo porque supongo que tiene algo que ver conmigo: el otro es como yo, hecho a mi imagen
y semejanza, lo otro tiene mi rostro: la terrible familiaridad.
¿Hay algo de mí en lo que está ocurriendo ahora, en lo que el otro está haciendo? ¿Qué tiene que ver conmigo? Esto es reconocerse en el otro y en el exterior Lo cual puede convertirse en un verdadero solipsismo. Es como mirarse en un espejo todo el tiempo, en vez de aceptar la aventura de adentrarse en esa oscuridad insondable de lo otro.
En vez de eso, me parece que hay que tratar de mirar lo desconocido en uno mismo, porque lo desconocido no está afuera, sino que está ya adentro. Y así es entonces como luego podré encontrar la complicidad y la comunión con lo que sucede, pero… en la extrañeza. ¿De que somos cómplices? ¿Qué tenemos en común? Pues que no nos conocemos, ni siquiera a nosotros mismos. Me doy cuenta de que tal vez las personas en realidad están siempre muy distantes entre sí, incluso cuando se acarician mutuamente. La distancia es el fundamento de toda relación, de toda comunicación, una distancia irrevocable, y tal vez esa es la razón por la que buscamos sin cansancio un rostro familiar. Se trata entonces de construir una ética de la lejanía, de la extrañeza, del misterio, de lo incognoscible.
Si debe haber un punto de partida tendría que ser el de hacer valer en cualquier Nuevo encuentro, en cada nueva experiencia el hecho de que lo único seguro es que no tengo ni la más remota idea de lo que va a suceder. Tal vez esto podría ser la única cosa que está implicada, lo que ya está ahí: el no-saber. De modo que cualquier certeza posible no puede fundarse en el hecho de creer encontrarse uno mismo en el otro (cuando, de hecho, tendría que ser con el otro). Entonces, una vez que adquiero conciencia de mi complicación con lo que sucede y con los demás uno se compromete verdaderamente con la acción. Uno se vuelve inevitablemente responsable del performance, ya que mis acciones tienen el poder de afectar, directa o indirectamente la totalidad de lo que sucede.
Y eso incluye al espectador. Ser un espectador no es alguien pasivo que simplemente observa lo que pasa en una posición de comodidad y confort, que está a la espera de que el performer se invente algo excepcional para su entretenimiento. La expectación es una acción y eso tiene consecuencias. Un espectador tendría que ponerse a pensar cómo está afectando todo el asunto con el simple hecho de mirar.
Así que si el performer consigue arreglárselas para crear un estado de confianza y diálogo entre el público y los demás artistas es gracias a que el espectador se da cuenta de que el performer no está haciendo las cosas como si ya supiera qué hacer, y por si fuera poco, como si tuviera un mágico “guión” que dice cómo va o debe reaccionar el público. De manera que si el espectador acepta lo que el artista le propone tal vez es porque lo ha interpretado como una invitación a adentrarse juntos en lo desconocido.

Post scriptum. 24 de mayo de 2014, Ciudad de Méjico.

Un performer es aquel que logra ver posibilidades. Pero ver en el sentido del vidente, porque justamente de lo que se trata es de ver posibilidades en donde – y cuando – otros no las ven (o incluso uno mismo), posibilidades que no se muestran con facilidad cuando la conciencia se desenvuelve en su estado de ordinariedad (cuando uno se siente como “acostumbrado”, “familiarizado” con lo existente), aunque éste es de hecho el punto de partida, por más extraño que esto suene. A tal punto que no se trata de trascender o superar la ordinariedad,
sino de lograr ver la hermosa complementariedad entre lo ordinario y lo extraordinario.
Una posibilidad es algo que no se ve, que no aparece en la realidad… todavía, pero que ya está presente de algún modo, como en potencia, como posible, como en vías de llegar a ser, de Actualizarse. De ahí que es un rito de pasaje, y un proceso de transmutación.
El performer, en este sentido, es una suerte de guia, es alguien que le dice al espectador: «acompañame…». Pero no un guía que sabe cuál es y cómo es el camino y el punto de llegada. Y es justo por eso es que hay complicidad entre uno y otro. ¿Y qué posibilidades logra ver?
Contactos, eventos, acciones, simbolos, relaciones, imágenes, fantasías, poemas… Pero no basta con ver posibilidades. Pues el performer es alguien que además se toma el riesgo de explorarlas y excederlas, de ir hasta sus ultimas consecuencias. ¿Pero y que necesita este guia para lograr ver?
Estar atento. Tener, como quien dice, las antenas muy abiertas y sensibles. En eso radica su trabajo, su oficio: ampliar su rango de sensibiliad o recepción, tal como si se tratara de un micrófono, o de un radioreceptor. Por eso es que lograr ver es también al mismo tiempo, lograr escuchar.

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